jueves, 26 de noviembre de 2009

Personajes Revolucionarios de la Sociedad Universal

FEDERICO ENGELS

Federico Engels fue uno de los fundadores de la doctrina del proletariado: el materialismo dialéctico-histórico. Dedicó gran parte de su vida y todo su trabajo a la lucha revolucionaria del proletariado por la liberación de los trabajadores y por la sociedad sin clases. Siendo muy joven se dio cuenta de la injusticia presente en la sociedad; por ello se empeñó en investigar los motivos por los que se daba esta injusticia y en organizar al pueblo para eliminarla. Marx y Engels dieron una base científica al socialismo.Engels nació el 28 de noviembre de 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Fue hijo de un fabricante. En 1838, por motivos familiares y antes de terminar el liceo, se vio obligado a colocarse como dependiente en una casa comercial en Bruselas. Esto no impidió su preparación científica y política, la cual hizo de manera autodidacta.


Engels se hizo partidario de la doctrina de Hegel, que predominaba en la filosofía alemana de aquella época. Hegel planteaba que en el mundo transcurre un proceso constante de cambio y desarrollo. A pesar de que la doctrina de Hegel era idealista (ya que trataba del desarrollo del espíritu y de las ideas), era también revolucionaria, pues planteaba el cambio de las cosas. Las cosas no son inmóviles, absolutas, las cosas cambian constantemente, se desarrollan. Frente a la idea escolástica de que todo permanece estático, la doctrina de Hegel plantea un cambio constante de las cosas. Ahí residía su carácter revolucionario. Eso hizo que Marx y Engels tomaran la idea del perpetuo desarrollo y lo extendieran al análisis de la sociedad: “Si todo el mundo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perdurar eternamente la autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la enorme mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo?” (Lenin, p. 41). Eso sí, desecharon todo el idealismo presente en la dialéctica de Hegel y le dieron una base materialista. A diferencia de Hegel y los hegelianos de izquierda, Marx y Engels se hicieron materialistas por influencia del filósofo alemán Ludwig Feuerbach, quien fue uno de los primeros en romper con la tradición idealista de la filosofía alemana. Sin embargo, el materialismo de Feuerbach era aún limitado: era un materialismo mecanicista. Así, Marx y Engels tomaron la dialéctica de Hegel, desechando su idealismo, y el materialismo de Feuerbach, eliminando su razonamiento mecánico; y analizaron la realidad desde una perspectiva dialéctica y materialista.


En 1842, Engels se trasladó a Manchester, Inglaterra, como empleado de una firma comercial de la que su padre era accionista. Allí recorrió los barrios donde se albergaba a los obreros y comprobó la miseria y las calamidades que padecían. Indignado por las escenas que presenció, se dedicó a analizar las causas de este hecho. Durante veintiún meses leyó y estudió minuciosamente todo sobre la clase obrera inglesa. Como resultado de este est
udio apareció, en 1845, su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra. En este libro, Engels plantea dos ideas fundamentales: 1) El proletariado no solo constituye una clase que sufre, sino que justamente su situación económica le impulsa a luchar por su emancipación definitiva; y 2) El socialismo sólo se transformará en una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera (Cf. Lenin, p. 43). Este libro tiene una gran importancia por ser la primera obra económica de las escritas por Marx y Engels y por demostrar la importancia capital que tiene la economía política para el comunismo. Además, Engels, a pesar de ser menor que Marx, fue el primero de los dos en llamarse abiertamente comunista y en declarar la necesidad de una revolución para eliminar la propiedad privada.


En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció a Marx personalmente, pues ya sostenía intercambio epistolar con él, quien, para entonces, ya se había hecho socialista por la influencia de los socialistas franceses. Al conocerse notaron la semejanza que había entre sus ideas. Allí comenzó una gran amistad y una sólida colaboración que perduró hasta la muerte. Ambos se complementaron perfectamente e iniciaron una relación amical en la que ninguno intentaba sobresalir más que el otro. Ambos sabían cuál era el lugar que ocupaban. Engels “poseía una cualidad esencial para mantener permanente intercambio con un hombre del temperamento de Marx: no procuraba competir con él, no mostraba deseo alguno de resistir el impacto de aquella personalidad poderosa, de conservar y retener una posición propia; por el contrario, ansiaba recibir de Marx todo su sustento intelectual, como un discípulo devoto, y recompensó al maestro con su juicio sano, su entusiasmo, su alegría y, finalmente, en el sentido más literal, proporcionándole medios de subsistencia en momentos de desesperada pobreza” (Berlin, p. 82). En la capital francesa, Marx y Engels escribieron el libro La Sagrada Familia o crítica de la crítica crítica. Esta obra es una crítica a las ideas de los hermanos Bauer y sus seguidores, conocidos como La Sagrada Familia, y contiene las bases del socialismo revolucionario-materialista. Al respecto, Stepanova menciona lo siguiente: “Al hacer la crítica de los conceptos idealistas y subjetivistas de los hermanos Bauer y sus correligionarios, que únicamente consideraban agentes de la historia a unos cuantos elegidos, Marx y Engels formularon una de las tesis principales del materialismo histórico, a saber: los auténticos artífices de la historia no son los ‘héroes’, sino las masas populares...En La Sagrada Familia se formula, ya casi ultimada, la concepción de Marx y Engels acerca de la misión histórica del proletariado. Contrariamente a los socialistas utópicos, que sólo veían en el proletariado una masa impotente y mártir, Marx y Engels consideraban que la clase obrera era una fuerza social capaz de llevar a cabo la transformación revolucionaria de la sociedad” (pp. 18-19).

De 1845 a 1847, Engels vivió en Bruselas y en París. A la vez que estudiaba diversos textos científicos, se dedicaba también al trabajo político con los obreros de dichas ciudades. En la primavera de 1847, Marx y Engels se afiliaron a una asociación clandestina alemana, la “Liga de los Comunistas”, y escribieron, a pedido de esta, el Manifiesto del Partido Comunista, publicado en 1848. “Esta obra expone, con una claridad y brillantez geniales, la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida social, la dialéctica como la más completa y profunda doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario histórico mundial del proletariado como creador de una nueva sociedad, la sociedad comunista” (Lenin, p. 7).


La revolución de 1848, que se dio en Francia y luego se extendió a otros países, permitió a Marx y a Engels regresar a Alemania. Allí asumieron la dirección de la Nueva Gaceta del Rin, periódico de tendencia democrática que se publicaba en la ciudad de Colonia. Sin embargo, las fuerzas reaccionarias de Alemania hicieron que se suspenda su publicación. Marx fue expulsado del país y Engels huyó a Londres, después de participar en la insurrección armada del pueblo. Pero aún en el exilio, no abandonaron el trabajo revolucionario.

Luego, Marx fue a establecerse en Londres. Enge
ls se colocó nuevamente en la casa de comercio de Manchester para apoyar a Marx, que comenzaba a elaborar su máxima obra: El Capital. “Engels tenía plena conciencia de la extraordinaria importancia de esta obra de Marx. Se avino a tener que aceptar un trabajo terriblemente desagradable de oficinista en la firma comercial de la que era accionista su padre. Engels odiaba ese trabajo del comercio, al que llamaba maldito y de perros, a pesar de lo cual lo aceptó con el único fin de ayudar económicamente a Marx que atravesaba una situación material increíblemente difícil. Engels no sólo ayudaba a Marx con dinero; frecuentemente le escribía los artículos, hacía por él las traducciones o cualquier otro trabajo, facilitando así el trabajo de Marx” (Glasser, p. 26). Hasta 1870 Marx vivió en Londres y Engels en Manchester. Pero eso no impedía la comunicación entre ellos, pues mantenían correspondencia casi a diario. En sus cartas compartían sus ideas y conocimientos, continuando con la elaboración de la doctrina del socialismo científico. Ninguno de ellos se interesaba por los detalles de la vida privada del otro, sino que estaban completamente dedicados a la creación que venían llevando a cabo.

El 28 de setiembre de 1864, Marx fundó en Londres –y dirigió durante diez años- la Asociación Internacional de los Trabajadores, más conocida como la I Internacional. Al igual que la de Marx, la participación de Engels en esta asociación fue muy activa. La I Internacional unía a todos los trabajadores del mundo. Lamentablemente, en la década del setenta tuvo que disolverse, debido a la caída de la Comuna de París y a la escisión provocada por los bakuninistas. Después de la caída de la Comuna, la acción práctica y eficaz de la Internacional se vio cortada, lo cual impedía la movilización y dirección del movimiento obrero. Esto, a su vez, permitía que los bakuninistas dirijan la Asociación de acuerdo a sus intereses. Por todo esto, Marx tomó la decisión de disolver la I Internacional.

En 1870, Engels se trasladó a Londres y permaneció allí hasta 1883. Durante este periodo, Engels continuó con el trabajo revolucionario junto a su gran amigo. Y después de la muerte de Marx, acaecida en marzo de 1883, Engels siguió dirigiendo y orientando el movimiento obrero y apoyando a los socialistas europeos, a quienes les brindaba sus conocimientos y experiencias.

Desde 1870, Marx y Engels continuaron con la elaboración de conjunta de la doctrina del proletariado. De ello resultó de parte de Marx su mayor obra: El Capital. Marx publicó el primer tomo en 1867, pero falleció antes de publicar los tomos faltantes. Sin embargo, el libro ya estaba escrito en borrador, así que Engels se dedicó a publicarlo. En 1885 publicó el segundo tomo y en 1894 el tercero. Este fue, quizá, el mejor homenaje que Engels le rindió a su gran amigo y camarada.

En este mismo periodo, Engels publicó diversos trabajos. Entre ellos se encuentran los siguientes libros: Anti-Dühring (1878), obra polémica contra Dühring, donde “analiza los problemas más importantes de la filosofía, las ciencias naturales y la sociología” (Lenin, p. 45); El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado (1884), en el que analiza el desarrollo de la sociedad, desde las primeras formas de familia hasta la época del dominio capitalista. También se encuentran entre sus escritos Dialéctica de la Naturaleza (redactado entre 1873 y 1886 y publicado en 1925), Ludvig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1888), entre otros.

A pesar de la gran capacidad intelectual que poseía Engels, siempre se posponía a Marx: “Que antes y durante los cuarenta años de mi colaboración con Marx tuve una cierta parte independiente en la fundamentación, y sobre todo en la elaboración de la teoría, es una cosa que ni yo mismo puedo negar. Pero la parte más considerable de las principales ideas directrices, particularmente en el terreno económico e histórico, y en especial su formulación nítida y definitiva, corresponden a Marx. Lo que yo aporté –si se exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas especiales- pudo haberlo aportado también Marx aún sin mí. En cambio, yo no hubiera conseguido jamás lo que Marx alcanzó” (Marx y Engels, p. 639). Ambos dedicaron toda su vida y todas sus energías a la lucha revolucionaria del proletariado. Por ello, son un gran ejemplo de que un objetivo trascendente, como es contribuir al derrocamiento del capitalismo y la liberación del proletariado, dejando de lado el individualismo burgués, puede generar los más altos niveles de camaradería y trabajo colectivo, sin que por esto se limite el desenvolvimiento individual. Ellos le dieron una base científica al socialismo y demostraron el papel activo del proletariado en la transformación revolucionaria de la sociedad.


BIBLIOGRAFÍA

- BERLIN, Isaiah (1964). Karl Marx. Buenos Aires: Sur.
- GLASSER, M. (2009). Cómo estudiaban Marx, Engels y sus discípulos. Lima: Ediciones de la Letra Escarlata.
- LENIN, V. I. (s. f.). Marx, Engels, marxismo. Moscú: Progreso.
- LORA CAM, José (1986). Filosofía. Anti-mitológica, anti-teológica, anti-hermenéutica. Lima: Juan Gutemberg.
- MARX, C. y ENGELS, F. (s. f.). Obras escogidas (un solo tomo). Moscú: Progreso.
- STEPANOVA, E. (s. f.). Carlos Marx. Esbozo biográfico. Moscú: Progreso.

sábado, 17 de octubre de 2009

MICAELA BASTIDAS

Micaela Bastidas no solo fue la esposa de Túpac Amaru II, sino miembro de su Estado Mayor. Superando los límites impuestos a la mujer en esa época, gracias a sus dotes organizativas y de mando, supo hacerse respetar por seguidores y enemigos. Hoy en día, su nombre está grabado de manera indeleble en la historia por su lucha contra la opresión colonial y a favor de la formación de una verdadera nación peruana.


Micaela Bastidas Puyucahua nació en 1744, hija del cura español Miguel Bastidas y de la indígena Josefa Puyucahua. Dos provincias se disputan el lugar de nacimiento de esta notable mujer: Abancay (en el departamento de Apurímac) y Canas (en el departamento del Cusco), pero lo que sí es indiscutible es el importante papel que desempeñó en la revolución de 1780, dirigida por su esposo, Túpac Amaru II.

Desde muy pequeña, Micaela recibió, de maestros severos y exigentes, la educación elemental en letras y artes que era usual en esa época. A los 16 años, siendo ya una mujer bella y de carácter decidido, se casó con José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, futuro caudillo de la revolución de 1780. De este matrimonio nacerían tres hijos varones: Hipólito, Mariano y Fernando.

De no haber estallado la revolución, tal vez Micaela hubiera quedado como la bella y joven esposa de un conocido arriero mestizo, descendiente directo de los incas. Pero fueron justamente estos hechos los que develaron su carácter y le permitieron pasar a la posteridad como uno de los grandes personajes que contribuyeron al fin de la dominación española y a la forja de una verdadera y autónoma nación peruana.

Durante la revolución, el papel de Micaela no se limitó al de simple asistente de su esposo, sino que –como está comprobado- desde el primer momento ella fue el principal consejero de Túpac Amaru, y luego del triunfo de Sangarará se constituyó en jefe interino.

Diversos testimonios dan cuenta del carácter decidido y vehemente de Micaela Bastidas: “un (sacerdote) mercedario que la visitó en Tungasuca por aquellos días, dejaría constancia del ánimo decidido, de la ‘resolución sobrevaronil’ de esta mujer realmente incomparable” (Bonilla, 1971, p. 153). Asimismo, su gran capacidad organizativa y de mando, unidas a un trabajo de propaganda indesmayable, proporcionaron la base que requería el Inca para el éxito de la revolución.




Las tareas de Micaela fueron múltiples y diversas. En el área de logística se encargaba del avituallamiento de las tropas (desde un largavista hasta dinero, alimentos, vestimenta, coca, balas y cañones), superando las dificultades inherentes a una situación de guerra.

También se hizo cargo del sistema de comunicaciones, organizando un excelente servicio de chasquis a caballo que llevaban las últimas noticias al caudillo, y que respondían inmediatamente a sus pedidos de armas y dinero.

Por otro lado, montó un sorprendente servicio de espionaje y contraespionaje entre Tinta y Cusco, el cual le permitió conocer de manera objetiva e inmediata las acciones contrarrevolucionarias, y sugerir a Túpac Amaru medidas ya sea militares o de neutralización a través de la propaganda. Un hecho conocido y que da muestra de su carácter es aquel en que “informada doña Micaela de que algunos eclesiásticos escribían al obispo del Cusco, mandó cerrar sus iglesias para que no fueran utilizadas como centros de actividad contrarrevolucionaria” (Valcárcel, 1973, p. 96).

Además, se encargó de concientizar a las masas a través de la difusión del programa revolucionario, y procuró por todos los medios atraer a la mayor cantidad de caciques remisos.

Podría pensarse que, como cualquier otro jefe destacado, Micaela se limitaba a cumplir lo mejor posible con sus funciones y acatar las órdenes de Túpac Amaru; pero ella fue más allá: tenía iniciativa propia y varias veces discrepó con su esposo y jefe en cuanto a la estrategia revolucionaria. Conocido es también el hecho que nos relata Valcárcel: “Después del triunfo de Sangarará, ella sostuvo la urgencia de marchar sobre el Cusco y ocuparlo aprovechando el caos reinante. En cambio, Túpac Amaru se decidió a tomar una ruta opuesta e invadir previamente las provincias meridionales. Los sucesos futuros dieron la razón a la esposa del caudillo” (p. 95).





“La cordura de sus acciones confirió a doña Micaela un gran prestigio entre los suyos, como es notorio en los textos de numerosas cartas enviadas por caciques, gobernadores y particulares. En ellas, más que a la esposa del jefe se dirigen a la autoridad superior, a la ‘Reina’ y le solicitan consejo para resolver variados problemas. Las misivas procedían de pueblos de las diferentes provincias, sincerándose de acusaciones infundadas, consultando ciertos asuntos administrativos, dando noticias sobre envíos de hombres o movimientos sospechosos, remoción de autoridades o apoyo económico, atendidos invariablemente con justo criterio y raro tacto psicológico” (Valcárcel, 1973, p. 99).

Una vez traicionada y derrotada la revolución y capturado Túpac Amaru, Micaela Bastidas, sus hijos y los colaboradores más cercanos, Micaela dio muestra final de su entereza. En uno de los actos más inhumanos cometidos en nombre de Dios, de la civilización y del progreso, fue sometida públicamente a la pena de garrote; pero como su fino cuello era muy delgado para el torno, fue ahorcada y rematada a patadas en el estómago y los senos. Durante todo este suplicio, no imploró piedad a sus verdugos. Una vez muerta, le cortaron la lengua y cercenaron su cuerpo en partes, las que serían enviadas a diferentes lugares –según las órdenes del corregidor Areche- a manera de escarmiento para el pueblo.

Bibliografía consultada

Bonilla, José (1971). La revolución de Tupac Amaru. Lima: Nuevo Mundo.

Milla Batres (1986). Diccionario histórico y biográfico del Perú. Siglos XV-XX. Tomo I. Lima: Milla Batres.

Tauro del Pino, Alberto (2001). Enciclopedia ilustrada del Perú. Lima: PEISA.

Valcárcel, Carlos (1973). La rebelión de Tupac Amaru. Lima: PEISA.


sábado, 18 de julio de 2009

Personajes revolucionarios de la sociedad peruana

TÚPAC AMARU II

Durante 6 meses, José Gabriel Tupac Amaru encabezó la más vasta e importante rebelión indígena de toda la historia colonial latinoamericana. Este escaso periodo siempre ha sido un velo para ocultar la gran dimensión de esta sublevación que disparó el descontento de indiios, mestizos, esclavos y criollos, generando apoyo, respuestas insurgentes y ecos en toda hispanoamérica.

La noticia de la rebelíón indígena cundió en todos los virreinatos españoles, y en lugares tan distantes como Puebla (México), se dieron motines de evidente carácter tupamarista. En la actual Colombia hubo una rebelión comunera, bajo el influjo de los triunfos tupamaristas, y en el poblado de Silos Tupac Amaru fue proclamado rey de América. En Venezuela, fue símbolo de lucha contra el dominio colonial.


En Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile también hay acciones indígenas y criollas que reflejan el impacto de la gesta tupamarista. Sin embargo, el epicentro de toda la revolución fue el sur andino europeo y el altiplano peruano-boliviano. En este amplio espacio se mantuvo viva la insurgencia por 3 años.

Esto quiere decir que el alzamiento tupamarista no culminó con la muerte de Tupac Amaru II y su familia más cercana, en mayo de 1781. Por el contrario, en los meses subsiguientes a este crimen, la rebelión se radicalizó bajo la conducción de Diego Cristóbal Tupac Amaru, primo hermano del inca, y del jefe aimara Julián Apasa, Tupac Katari. Para tener idea de la envergadura humana de la sublevación, debemos anotar que los tres primeros meses de las acciones se movilizaron más de 100 mil indígenas y mostraron su desobediencia al orden español, cientos de miles más.



Pero la importancia de Tupac Amaru II, no reside solamente de lo que acabamos de reseñar, su gravitación va más allá de la conmoción social que produjo y se proyecta hasta nuestra época.

1. La rebelión de Tupac Amaru fue, en verdad, una revolución nacional y social, cuya proyección histórica es superior a las gestas emancipadoras de Bolívar y San Martín. Tupac Amaru pretendió juntar en un frente nacional contra la dominación colonial a indios, negros, mestizos y criollos, es decir, convocó a todos los peruanos a luchar bajo su conducción. Para esto, reclamaba y ponderaba su carácter de inca, de jefe enraizado en lo que es el sustrato más importante de la nación peruana. esto es fundamental, sobre todo si lo ligamos a su condición de propietario de "empresas" de arrieraje y poseedor de tierras. Socialmente, Tupac Amaru pertenecía a una naciente burguesía comercial peruana; que en la época de la rebelión, podía desempeñar un alto rol revolucionarioi de transformación de la feudalidad que imperaba en Hispanoamérica. De este modo, en la figura de Tupac Amaru se esbozó una síntesis de más alto valor histórico: la poderosa tradición indígena incaica con la moderna y progresista revolución burguesa. Lo nacional peruano como fermento de una revolución burguesa que hubiera desbaratado la feudalidad colonial. En la entraña de la rebelión de Tupac Amaru anidaba un movimiento de verdadera liberación nacional, en doble sentido:

* Independencia del yugo colonial español.
* Plasmación de la nación peruana sobre base indígena y liberación de sus fuerzas creadoras.

Por esto, la dimensión histórica del gran Tupac Amaru es superior a la de Bolívar o San Martín. Estos, a la postre, condujeron un movimiento de emancipación de los criollos americanos, es decir, lograron que los hijos de españoles nacidos en América, se emancipen de sus padres los españoles europeos. No hubo independencia nacional, solalmente se vio los intereses de las élites criollas que querían gobernar sin tutela los territorios conquistados por sus antepasados españoles.

El ideario bolivariano, el más radical de la emancipación, estaba totalmente nutrido de las ideas revolucionarias de la burguesía europea que había derrumbado a la feudalidad de ese continente. Poco o nada tenía de sustrato nacional americano, y no consideraba la importancia social de la mayoritaria masa indígena. Para Bolívar, los indios eran objetos y no sujetos de la historia de la América emancipada. Bien sabemos que con la "independencia" criolla la situación de la población indígena empeoró, y la feudalidad no fue abatida.

Pero la revolución tupamarista también tuvo carácter de liberación social, pues bregó y luchó para eliminar la explotacion de la masa indígena; quiso redimir al sector social más explotado y oprimido de la colonia. A este nivel nunca llegaron los grandes "libertadores" criollos.


2. Tupac Amaru fue ya un peruano en el sentido moderno, es decir, alguien que tenía en su personalidad el influjo cultural de las grandes civilizaciones indígenas y de la cultura europea. Fue cristiano sin dejar de reivindicar su carácter de inca. Llamó a todos los peruanos cobrizos, negros, blancos y mestizos a luchar contra el abuso y la explotación colonial española. Asumió las ideas igualitarias de los revolucionarios burgueses, pero entendió que la fuerza principal para plasmar tales ideas en América eran las poblaciones indígenas, que también tenían una cultura de solidaridad y de trabajo transformador, susceptible de sintetizarse con la modernidad burguesa.

Tupac Amaru fue el precursor de una independencia nacional y de una liberación social que aún no llega a nuestra sociedad, por eso es el peruano del milenio.


Sintomáticamente, el que mejor entendió la importancia indígena para la revolución social peruana fue Mariátegui. Por el camino del marxismo llegó a aquilatar la importancia revolucionaria de la población indígena y campesina y la proyectó a una revolución de carácter superior a la de Tupac Amaru: la revolución socialista. En nuestro país, esta revolución si quiere triunfar, no puede dejar de incluir en su tradición histórica y de lucha, a la gesta tupamarista. Pero incluirla de modo verdadero y revolucionario, no como un simple barniz que pinte de "revolución y peruanidad" a movimientos que muy poco creen en la creatividad de las masas. En nuestro país, Tupac Amaru ha servido de simple ícono propagandístico a la "revolución" militar de Velasco Alvarado y al MRTA. En Uruguay, a los tupamaros de Raúl Sendic. Los hechos históricos han mostrado que tales fenómenos políticos han sido solo epidérmicamente tupamaristas.

En realidad, el nexo de continuidad histórica revolucionaria, entre la revolución tupamarista y el futuro socialista ha sido y es José Carlos Mariátegui, el amauta marxista que señaló claramente la forma de la alianza obrero-campesina destinada a potenciar la energía revolucionaria indígena. Energía esta que tiene manifestaciones políticas, culturales, económicas, ecológicas y militares.

Por esto mismo, la figura del gran Mariátegui trasciende el milenio que acaba de concluir (el milenio del predominio burgués) y se proyecta hacia el futuro.

La rebelión de Tupac Amaru también es sumamente útil para darnos cuenta de la importancia de la ideología. Las vacilacioanes y dudas que asaltan y limitan al inca rebelde, tenían que ver con su informe criterio ideológico, plagado de cristianismo y de respeto a la clerecía, ladina e hipócrita.

Además, nos muestra la construcción de los liderazgos, el arduo trabajo previo para tejer la rebelión , el papel de la ideología en la mente del pueblo, etc. Y algo que es de suma importancia: Tupac Amaru no fue un caudillo del que dependía todo. Su liderazgo era indiscutible y hasta se había ganado el respeto de sus enemigos, pero junto a él y su gesta tuvo jefes de gran talla como Diego Cristóbal Tupac Amaru, Tupac Katari y Micaela Bastidas, sin olvidarnos de Andrés Tupac Amaru.

Al final, lo que decidió la derrota de la rebelión fue las profundas divisiones en el bando indígena. Mateo Pumacahua, por ejemplo, luchó junto con los españoles para destruir la sublevación tupamarista.

Extraído de la Revista Magisterio Nº 6, marzo 2001.

domingo, 26 de abril de 2009

Personajes revolucionarios de la sociedad, de la ciencia y del arte peruanos

JOSE CARLOS MARIÁTEGUI
Marxista peruano. Nació en Lima el 14 de junio de 1895 y murió el 16 de abril de 1930. Por línea paterna descendía de Francisco Javier Mariátegui, quien fuera Secretario del Primer Congreso Constituyente del Perú, tribuno, periodista y escritor. Por línea materna recibía la herencia de los antiguos pobladores peruanos.

Desde muy niño supo de sufrimientos, debido a que un golpe en la rodilla izquierda prácticamente lo dejó inválido. Debido a esto no pudo participar en los juegos propios de su edad, inclinándose hacia la lectura y la reflexión.

Debido a la estrechez económica, Mariátegui no pudo seguir los estudios secundarios y entró a trabajar como alcanzarrejones al diario La Prensa en 1909. Poco a poco fue encargándose de otras tareas hasta que comenzó a escribir artículos bajo el seudónimo de Juan Croniqueur (a partir de 1911). En La Prensa escribe sobre los temas más variados: política, hípica, literatura y artes plásticas.

A partir de 1916, junto a César Falcón, Ruiz Bravo y Luis Ulloa, trabajó en El Tiempo, diario con tendencia izquierdista. Allí redacta la sección Voces (en la que comenta con agudeza la situación política actual) y en varias ocasiones también se hace cargo de la editorial.


José Carlos Mariátegui va acercándose a problemas sociales y junto con César Falcón funda la revista Nuestra Época (1918), donde pueden expresar sin ambages las nuevas doctrinas con las que simpatizan. Esta revista solo tuvo dos números y en ella colaboraron César Falcón, César Ugarte, Félix del Valle, Valdelomar, Percy Gibson, César A. Rodríguez, César Vallejo y José Carlos Mariátegui, que ya no firmará con el seudónimo de Juan Croniqueur.

Nuestra Época deja de salir por falta de dinero; pero en 1919 José Carlos Mariátegui, Falcón y Humberto del Águila vuelven a intentar publicar un diario con tendencia izquierdista: La Razón. En las páginas de La Razón el proletariado encontrará un vocero para exponer sus reivindicaciones y expresar sus ideas.

La Razón apoyó ampliamente la huelga general del 8 de julio de 1919 realizada por el Comité pro abaratamiento de las subsistencias, formado por obreros, empleados y estudiantes. El Gobierno dispuso el cierre del diario e "invitó" a sus directores a un viaje al exterior como colaboradores en una misión diplomática. En realidad, este viaje era una deportación disimulada, y Mariátegui lo aceptó como una oportunidad para mejorar su formación intelectual.
En Europa estuvo cuatro años: estudió idiomas; concurrió a conferencias y reuniones internacionales; visitó Alemania, Francia, Austria, Hungría, Checoslovaquia y Bélgica. Además, desarrolló una interpretación propia del marxismo, que sería la base de su actividad posterior.

José Carlos Mariátegui vuelve al Perú en 1923. Está casado con una italiana y tiene un hijo. Su labor se concreta en difundir y contribuir a la construcción del socialismo en el Perú. Participa en las conferencias de la Universidad Popular González Prada. Funda en setiembre de 1926 la revista Amauta, de giro artístico y literario. Y en noviembre de 1928 publica Labor, el periódico del proletariado peruano. Su actividad es incesante a pesar de las agresiones sufridas por el Estado y de su precario estado de salud, que recrudece su vieja dolencia de la rodilla y obliga a los médicos a amputarle la pierna con el fin de salvar su vida.

En 1925 aparece La Escena Contemporánea y en 1928 Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Son libros que remueven a la sociedad peruana y a América Latina en su conjunto. Por primera vez se hacía un análisis a profundidad de la realidad de nuestros pueblos y se planteaban soluciones para encaminarlos hacia su libertad.

Nuevamente es víctima de la hostilización y maltrato del Estado y de la Policía; pero esta vez se le presenta la oportunidad de viajar y residir en Argentina. No pudo hacerlo: a principios de marzo de 1930 su vieja dolencia recrudece, debido al intenso trabajo y a la estrechez económica en que vivía él y su familia. Después de una larga y dolorosa agonía, José Carlos Mariátegui deja de existir el 16 de abril de 1930.

De Mariátegui se ha dicho y escrito mucho, pero vale resaltar que fue el primero en aplicar de manera creativa ("ni calco ni copia") el marxismo a la realidad de América Latina y del Perú, para lo cual organizó el Partido Socialista Peruano (1928), cuyo nombre cambiaría más adelante por el de Partido Comunista Peruano (mayo de 1930). Asimismo, fue el primero en realizar estudios de carácter sociológico. Tampoco se puede negar su rol como impulsor y guía del movimiento obrero: organizó la Confederación General de Trabajadores del Perú (1929) y envió delegaciones a la I Conferencia Sindical Latinoamericana (Montevideo, 1929). Finalmente, José Carlos Mariátegui se erige cada vez más como una figura de talla mundial: marxista y maestro del proletariado, escritor sobresaliente e intelectual sin dogmas.

Bibliografía

Tauro del Pino, A. (2001). Enciclopedia ilustrada del Perú. Tomo 10. Lima: PEISA
Wiesse, M. y otros (1979). José Carlos Mariátegui. Lima: Amauta.

Personajes revolucionarios de la sociedad, de la ciencia y del arte universal

CARLOS MARX

Carlos Marx fue uno de los pocos pensadores que dedicaron todo su estudio y todos sus conocimientos para beneficio del pueblo. Con sus planteamientos filosóficos, políticos, económicos y culturales justificó la actitud transformadora del proletariado y el inevitable fin del sistema capitalista en base a la lucha del mismo.

Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris (ciudad de la Prusia renana). Fue hijo de un abogado judío. Al concluir sus estudios universitarios, Marx se trasladó a Bonn con la intención de hacerse catedrático, pero la política reaccionaria del gobierno lo obligó a renunciar a la carrera académica. Formó parte de los hegelianos de izquierda, quienes querían sacar del sistema de Hegel conclusiones revolucionarias y ateas.

Trabajó en la Gaceta del Rin, un periódico de oposición que fue fundado en Colonia por algunos hegelianos de izquierda junto a los burgueses radicales renanos. En 1842, Marx pasa a ser redactor jefe y bajo su dirección se fue acentuando la tendencia democrático revolucionaria del periódico. Su trabajo en la Gaceta del Rin, el contacto directo con la vida, con la lucha de las amplias masas de Alemania y su conocimiento del movimiento obrero de otros países influyeron grandemente en el joven Marx. “Aquí se perfila el paso de Marx del idealismo al materialismo y de la democracia revolucionaria al comunismo” (Lenin, citado por Stepanova). Luego de varias censuras, el periódico fue definitivamente cerrado en 1843 (comenzó a publicarse desde el 1 de enero de 1842).

Marx se casó en 1843 con Jenny von Westphalen, con quien se había prometido ya de estudiante. Ella pertenecía a una familia aristocrática y reaccionaria prusiana. Luego, Marx se trasladó a París, donde editó con A. Ruge los Anales Francoalemanes, de esta revista solo llegó a ver el primer cuaderno.


Ya desde su juventud Marx comenzó a trabajar para el proletariado, transmitiéndole sus conocimientos como su teoría de una manera clara y comprensible.

En 1845, Marx fue expulsado de París a petición del Gobierno prusiano y se estableció en Bruselas. Un año antes conoció a Federico Engels en París, y juntos, en 1847, se afiliaron a la Liga de los Comunistas, una sociedad secreta de propaganda; y participaron en su II Congreso, celebrado en Londres en noviembre de ese año. Redactaron ahí, por encargo del Congreso, el famoso Manifiesto del Partido Comunista, que fue publicado en febrero de 1848. Aquí se presenta la nueva concepción del mundo: el materialismo consecuente, con una genial claridad.

En este periodo es donde se manifiesta definitivamente su paso del idealismo y al materialismo y de la democracia revolucionaria al comunismo. “El pensamiento de servir a la humanidad, expresada ya por él en la escuela, toma ahora un carácter revolucionario más concreto y eficaz. Servir a la humanidad es servir al proletariado, a la clase más avanzada, más consecuentemente revolucionaria, a la clase capaz de liberarse a sí misma y, al propio tiempo, liberar a la humanidad de todo yugo y de toda explotación” (Stepanova).

Marx fue expulsado de Bélgica al estallar la revolución de febrero de 1848. Se trasladó de nuevo a París y luego a Alemania, y se estableció en Colonia. Allí se publicó, del 1 de junio de 1848 al 19 de mayo de 1849, la Nueva Gaceta del Rin con Marx como redactor jefe. Este fue el único periódico que difundió la posición del proletariado dentro del movimiento democrático de la época. Al igual que la antigua Gaceta, esta también fue suprimida por el Gobierno.

Se trasladó primero a Francia y finalmente a Inglaterra. Allí se dedicó al estudio de la Economía Política en la biblioteca del Museo Británico. También colaboró con el New York Tribune, periódico norteamericano. Un primer resultado de sus estudios de largos años fue la Contribución a la crítica de la Economía Política, que apareció en 1859.

Paralelamente con el estudio, Marx se dedicó al trabajo práctico, a la organización de los trabajadores. Así, en 1864 se fundó en Londres la Asociación Internacional de los Trabajadores, más conocida como la I Internacional. El alma de esta organización fue Marx, que fue el autor de su primer Manifiesto y de un gran número de acuerdos, declaraciones y llamamientos. A la vez, tuvo que combatir todas las teorías del socialismo no proletario, como las de Proudhon, Bakunin, los lassallistas, el tradeunionismo liberal inglés, etc., y que no pretendían un verdadero cambio de la sociedad. Marx trató de unir a todos los trabajadores y luchadores, pero siempre con una dirección clara.

En 1867, luego de 24 años de comenzado su trabajo, Marx publicó el primer tomo de El Capital, "Únicamente después de asimilar completamente, y en todos sus aspectos, toda la literatura sobre economía y escribir sumariamente los tres tomos de El Capital...

"... Basta decir que (según datos incompletos) estudió y resumió más de 1500 libros para su obra..." (Glaser).

En El Capital se encuentra todo el trabajo de Marx sobre su teoría de la Economía política; sobra decir que el libro representa más de 20 años de arduo trabajo y que, por lo tanto, representa toda la dedicación que Marx brindaba al trabajo revolucionario por el bienestar de la clase obrera. El Capital proporcionó al comunismo científico, a la teoría acerca de la misión liberadora del proletariado, acerca de la revolución socialista y la dictadura del proletariado, unos sólidos cimientos filosóficos, económicos e históricos. El Capital es una poderosa arma espiritual del proletariado en su lucha contra la esclavitud capitalista.

La Comuna de París, que se originó en 1871 tras la insurrección de los trabajadores de París, fue organizada profunda y certeramente por Marx. Él supo ver la importancia histórica de la Comuna cuando esta aún estaba luchando. Después de la caída de la Comuna de París, la Internacional no podía mantenerse en Europa. Marx consiguió, luego del Congreso de la Haya (1872), que el Consejo General de la Internacional se traslade a Nueva York, como escribía Lenin: "La I Internacional había cumplido su misión histórica y cedió el campo a una época de desarrollo incomparablemente más amplio del movimiento obrero en todos los países de América, época en que este movimiento había de desplegarse extensivamente, engendrando partidos socialistas de masas dentro de cada Estado nacional".

Todo el trabajo invertido en la Internacional y en la elaboración de El Capital terminaron por empeorar la salud de Carlos Marx. Se dedicó a terminar su "verdadero trabajo", como llamaba él a El Capital, pero la enfermedad se lo impidió. A todo esto se sumó la muerte de su esposa, el 2 de diciembre de 1881 y, al poco tiempo, la de su hija mayor, Jenny. Engels pronuncia con nostalgia la siguientes palabras en el discurso ante la tumba de Marx: "El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas lo dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, lo encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre". También nos menciona Engels que "El cerebro más poderoso de nuestro Partido ha dejado de pensar, el corazón más fuerte que yo he conocido ha dejado de latir" (citado por Stepanova).

Todo el pensamiento de Marx se ve reflejado en su vida, en su gran dedicación al trabajo revolucionario por la liberación de la clase obrera y, por ende, de la humanidad. Los problemas actuales requieren de verdaderos cambios, que se darán con la lucha de la unión de obreros y campesinos, teniendo una concepción científica del mundo.



Bibliografía

Glasser, M. (1945). Cómo estudiaban Marx, Engels y sus discípulos. La Plata: Calomino.

Lenin, V.I. (s.f.). Marx, Engels, Marxismo. Moscú: Progreso.

Engels, F. "Discurso ante la tumba de Marx". En: Marx, C. y Engels, F. (s.f.). Obras escogidas (un solo tomo). Moscú: Progreso.

Stepanova, E. (s.f.). Carlos Marx. Esbozo biográfico. Moscú: Progreso.