sábado, 13 de marzo de 2010

JUAN SANTOS ATAHUALPA

Guerrilero invicto del Gran Pajonal

Desde la penetración de los españoles en la selva peruana, se dieron varias rebeliones contra las misiones religiosas que pretendían “ganar almas” y condenaban las prácticas y creencias autóctonas. Después de sofocada la importante rebelión del cacique asháninka Ignacio Torote (1737), los misioneros pensaron que tendrían un largo periodo de paz para continuar con su labor de adoctrinamiento; pero no contaban con que los indígenas seguirían a un nuevo líder, que prometía devolverles su libertad y expulsar a los invasores abusivos y explotadores. Juan Santos Atahualpa logró levantar en armas a miles de indios campas, cunibos, shipibos, amages, andes, simirinches, piros, del Gran Pajonal y de las cuencas de los ríos Perené, Pichis y Tambo, utilizando tácticas guerrilleras que anticipaban la moderna guerra de guerrillas. Nunca fue derrotado ni capturado en su larga gesta rebelde.

Las primeras noticias de Juan Santos son de fines de mayo de 1742, cuando los asháninka que se encontraban en las misiones del río Perené reunieron sus pertenencias e informaron a los padres franciscanos que partían rumbo al Gran Pajonal para ver al Señor Inca, que se encontraba con su corte en Quisopango, bajo la protección del cacique Mateo Santabangori.

Se conoce muy poco de los orígenes de Juan Santos Atahualpa, pero las investigaciones más consistentes indican que recibió educación formal en un seminario jesuita del Cusco. Además, él mismo afirmaba haber viajado a “Angola y a los Congos”, donde se habrían gestado sus ideas revolucionarias (Fernández y Brown, 2001). Aquí es importante señalar el impacto formador que habría tenido en Juan Santos la Compañía de Jesús, con sus criterios de organización comunitaria para los indígenas y su acción militante en defensa de sus ideas.





La descripción física más detallada que se tiene del Inca es la que proviene de Fray Santiago Vázquez de Caicedo, que viajó a Quisopango para conocer personalmente a quien los indígenas llamaban Juan Santos Atahualpa Apu Inca Huayna Cápac: “El cuerpo será del tamaño de Manuel Grande (éste es un negro corpulento que dio de limosna un bienhechor de Lima, para que acompañase a los padres misioneros, como esclavo de nuestras misiones de infieles); (…) tiene algún vello en los brazos, tiene muy poco bozo, luce bien rapado; en la barga tiene un pelo largo como cosa de tres dedos: es de buena cara; nariz larga y algo cava; color pálido amestizado; el pelo cortado por la frente hasta las cejas, y lo demás desde la quijada alrededor coletado; vestido con una cushma pintada o túnica de algodón…” (Fernández y Brown, 2001, p. 33).

Juan Santos, a diferencia de los incas de Vilcabamba o el Taqi Onqoy, realizaba su rebelión bajo el manto de la religión católica. Él mismo se declaraba cristiano y durante sus catorce años de lucha anticolonial siempre habló a favor de los jesuitas y estaba decidido a favorecer su labor educadora y evangelizadora. Por otro lado, la rebelión de Santos Atahualpa tuvo un fuerte carácter mesiánico. Entre la población estaba muy difundida la creencia de que un personaje providencial vendría a salvarlos; y Juan Santos tuvo la habilidad de ligar este mesianismo con su condición de Inca o descendiente de la nobleza inca, lo que le dio una doble aura de legitimidad frente a la masa indígena.

“En mayo de 1742, apareció Juan Santos en la reducción del Gran Pajonal, contigua al Cerro de la Sal, incitando a los indígenas a la rebelión para libertar al Perú del poder español. Fijó su cuartel general en Quisopango o Simaqui. El virrey del Perú, José Antonio Mendoza, ordenó iniciar operaciones militares para apresar a Juan Santos y liquidar la rebelión. Las tropas españolas decidieron entrar al territorio convulsionado por dos lados: Quimiri y Sonomoro para encerrar a Juan Santos y sus fuerzas. Estas, mediante ofensivas y constante hostigamiento desbarataron las acciones punitivas de los españoles.





“La segunda ofensiva española (1743) contra Quimiri también fue derrotada: igual suerte corrió la campaña virreinal de 1746 contra Nijandaris y Quimiri. La cuarta campaña realista (1750) contra Quimiri y Eneno también fue desbaratada.

“En 1751, Juan Santos sale de su reducto selvático para ocupar Sonomoro, donde establece su cuartel general. Al año siguiente se adentra aún más en la sierra y toma Andamarca, poblado más cercano a Jauja. Con esta profunda incursión, Juan Santos pretendió motivar a las poblaciones serranas para que se levanten en insurrección, pero no logró sus objetivos, pese a que toda la sierra central y del norte, hasta Cajamarca, ardía en inquietud rebelde. Lo que sí logró fue simpatía por la causa, mas no un apoyo insurreccional efectivo.

“Las causas de esta dificultad pueden encontrarse en las persistentes rivalidades étnicas y familiares de la masa indígena, y en la política virreinal de clientelaje y privilegios que favoreció a las élites indígenas y a los colaboradores.





“Juan Santos tuvo que retirarse de Andamarca y replegarse a su territorio. Después de 1752, ya no realizó incursiones militares en la sierra” (Magisterio, Nº 21, marzo 2001).

A partir de 1756, la rebelión había perdido ímpetu y ya no se tenían noticias del gran Señor Inca. ¿Qué pasó con él? Existen múltiples versiones: que desapareció delante de sus seguidores “echando humo”, que fue envenenado por uno de sus lugartenientes, que murió en el transcurso de una borrachera asháninka. Lo cierto es que incluso a fines del siglo XIX, los indígenas campa celebraban las glorias militares de Juan Santos, sacando en procesión su espada y realizando grandes fiestas; y que en pleno siglo XX, los indios del Huallpa y del Ucayali todavía creían que el Inca rebelde no había muerto, sino que volvería en algún momento, para voltear definitivamente el mundo a favor de la raza indígena.

BIBLIOGRAFÍA

Fernández, E. y Brown, M. (2001). Guerra de sombras. La lucha por la utopía en la Amazonía peruana. Lima: CAAAP, CAEA-CONICET.

Magisterio, Nº 21, marzo 2001, suplemento especial pág. V y VI.

miércoles, 10 de marzo de 2010

GRACO BABEUF

Francois Noel Babeuf, más conocido como Graco Babeuf, fue uno de los revolucionarios del siglo XVIII que más se acercó al socialismo científico desarrollado por Marx y Engels. A través de su periódico El Tribuno del Pueblo se encargó de denunciar la corrupción y absolutismo del gobierno francés que resultó de la Revolución de 1789; y, a la vez, presentó en dicho periódico –con cada uno de sus artículos- su teoría revolucionaria, la misma que pretendió poner en práctica con la Conspiración de los Iguales.

Babeuf nació en Saint Quentin el 23 de noviembre de 1760. Proveniente de una familia modesta, vivía en una región agrícola donde el capitalismo comenzaba asentarse, por lo que “tuvo ocasión de sentir de cerca la miseria campesina de cuya injusticia hizo responsable al modo en que estaba organizada la propiedad privada” (1). Trabajó un tiempo como comisionado de tierras, algo similar a un agente de negocios de señores feudales; y luego, en 1780, se trasladó a París.

Fue testigo y partícipe de algunas jornadas de la Revolución francesa y espectador de la toma de la Bastilla. La experiencia de la revolución impactó en el joven Babeuf y generó que este regrese a su región natal para dedicarse a una intensa lucha política. Allí fundó el periódico Correspondant Picard (2), que marcaría su inicio en el periodismo. Fue censurado en poco tiempo por las ideas revolucionarias que exponía y por su oposición a Robespierre.

En 1793 se refugió en París a causa de una negligencia en el ejercicio de sus funciones. En la capital francesa intensifica su actividad política y funda el periódico Defensor de la libertad de la prensa, que luego en 1794 pasaría a ser El Tribuno del Pueblo. Sobre este último, Babeuf menciona lo siguiente: “Quiero anunciar a través de él, al hombre que ocupa una tribuna, y en verdad una tribuna múltiple, para defender ante y contra todos, los derechos del pueblo” (3). En sus artículos, Babeuf criticaba al gobierno de Robespierre, al Directorio y a todos aquellos que formaban parte del gobierno francés y que, a pesar de toda su fraseología revolucionaria, en la práctica eran reaccionarios. Graco Babeuf tenía conciencia del valor del “arma infalible e irresistible de la prensa, con la cual debíamos caminar luego con paso seguro hacia el éxito completo de la recuperación de la libertad y de los derechos del hombre enajenados” (4). En El Tribuno del Pueblo, Babeuf firmaba con un seudónimo que se convirtió en su nuevo nombre y con el que pasaría a la historia: Graco Babeuf. Eligió este nombre debido a la gran admiración que sentía por los hermanos Graco Sempronio de la Roma republicana.

Al año siguiente, en 1795, funda junto a Felipe Buonarroti –nieto del pintor Miguel Ángel- el Club del Panteón, que agrupaba a varios personajes con ideas afines a los fundadores. Dicha organización tenía como “eje político” la defensa de la igualdad económica como base de la igualdad política (5). El Tribuno del Pueblo se convirtió en el órgano oficial del Club. El Directorio se alarmó por la gran acogida que tenía el Club del Panteón (a inicios de 1796 contaba con varias decenas de miles de simpatizantes) y ordenó su clausura. Los miembros del Club fueron perseguidos y tuvieron que esconderse por un tiempo.

“Arrojado a la clandestinidad, Babeuf se dedica en cuerpo y alma a la organización de un movimiento revolucionario de masas cuyo objetivo sería la conquista de París, primero, y el establecimiento en Francia, inmediatamente después, de una sociedad comunista: se trata de la Conspiración de los Iguales” (6). Buonarroti, Darthé, Maréchal, Le Pelletier, entre otros, organizaron –junto a Babeuf- esta organización conspirativa, que pregonaba “la abolición radical de toda la propiedad privada” (7).



Maréchal, uno de los miembros de la Conspiración, se encargó de redactar el Manifiesto de los Iguales; sin embargo, dicho texto no llegó a publicarse debido a la represión del Directorio. El Manifiesto comienza exclamando que la igualdad es la primera promesa de la naturaleza, la primera necesidad humana y el principal nudo de toda asociación legítima. Pero la igualdad que pregonan los Iguales no es la igualdad ante la ley, igualdad burguesa, sino la igualdad real: “…la igualdad no fue otra cosa que una bella y estéril ficción de la ley…

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“Pues bien, pretendemos, de ahora en adelante, vivir y morir iguales, como hemos nacido: queremos la igualdad real o la muerte, eso es lo que necesitamos.

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“No basta con que esta igualdad aparezca escrita en la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano; la queremos entre nosotros, bajo el techo de nuestras casas. Estamos dispuestos a todo por ella, a arrasar con todo por alcanzarla. ¡Perezcan, si es preciso, todas las artes con tal que nos quede la igualdad real!” (8). Esta última proclama generó alguna objeciones al Manifiesto.

En otra parte de este texto se observa el germen de la idea del comunismo: “¡Nosotros vamos hacia algo más sublime, más equitativo, el bien común o la comunidad de bienes! Nada de propiedad individual de las tierras: la tierra no es de nadie. Reclamamos, queremos el goce común de los frutos de la tierra: los frutos son de todo el mundo” (9). Es por todas estas afirmaciones que Babeuf, principal ideólogo de la Conspiración de los Iguales, es considerado el primer revolucionario comunista.

Como mencionamos líneas arriba, el Manifiesto de los Iguales no llegó a publicarse. En su lugar se publicó el Análisis de la Doctrina de Babeuf (Tribuno del pueblo, proscrito por el Directorio Ejecutivo por haber dicho la verdad). Entre otros puntos, dicho texto contiene los siguientes:

1. La naturaleza ha dado a todo hombre un derecho igual a disfrutar de todos los bienes.

“2. El objeto de la sociedad es la defensa de esta igualdad, a menudo atacada por el fuerte, e incrementar los medios de disfrute comunes.

“3. La naturaleza les impone a todos la obligación de trabajar, nadie puede evadirla sin cometer un crimen.

“4. El trabajo y el goce deben ser comunes.

“5. Existe la opresión cuando un hombre, después de cansarse trabajando, no obtiene nada mientras otros nadan en la abundancia sin haber hecho nada.

“6. Nadie, sin cometer un crimen, puede apropiarse de los resultados de la tierra.

“7. En una sociedad verdadera no debe haber ni ricos ni pobres.

“8. El rico que es incapaz de renunciar a sus excedentes a favor de los indigentes es enemigo del pueblo.

“9. Nadie debe ser capaz de privar a nadie de la educación esencial para su bienestar, educación que debe ser común.

“10. El objetivo es destruir toda desigualdad y establecer el bienestar de todos.

“11. La Revolución no ha terminado, porque los ricos absorben los bienes necesarios para la vida mientras los pobres son transformados en esclavos, languidecen en la miseria y cuentan como nada en la vida del Estado” (10).


La Conspiración de los Iguales fue desarticulada debido a la traición de uno de sus miembros: Georges Grisel, quien tenía contacto directo con uno de los miembros del Directorio termidoriano. Los miembros de la Conspiración fueron detenidos, entre ellos Graco Babeuf. A Felipe Buonarroti y otros los condenaron al exilio; mientras que Babeuf y Darthé fueron condenados a la guillotina. Al enterarse de la pena de muerte, los dos últimos intentaron suicidarse, pero fueron intervenidos por los guardias. El 27 de mayo de 1797, Graco Babeuf y Agustin Alexandre Darthé fueron decapitados en Vendome. Tiempo después, Georges Grisel fue asesinado de un balazo por el hijo mayor de Babeuf.

Graco Babeuf fue uno de los socialistas del siglo XVIII que no llegaron a liberarse de la utopía, del voluntarismo y del movimiento conspirativo. Sin embargo, Babeuf se distinguió de ellos porque pretendió poner en práctica –mediante la Conspiración de los Iguales- la teoría del socialismo. Sin duda, Graco Babeuf fue uno de los personajes revolucionarios de la historia que dio un gran aporte para que el socialismo se transforme en ciencia.

Notas

(1) Bravo, Pedro (1961). Socialismo premarxista. Caracas: Instituto de Estudios Políticos, Facultad de Derecho. Universidad Central de Venezuela, p. 19.

(2) Ídem.

(3) Babeuf, Graco (s. f.). “¿Por qué El Tribuno del Pueblo?”, En www.antorcha.net.

(4) Ídem.

(5) Sartelli, Eduardo (2009). “Babeuf, el hombre que quiso hacer popular la Revolución francesa”. En www.criticadigital.com.

(6) Bravo, Socialismo premarxista. Edición citada, p.20.

(7) Conferencias obreras. Historia del movimiento obrero. En www.antorchacampesina.org.mx.

(8) Bravo, Ob. cit., pp. 27-28.

(9) Bravo, Ob. cit., p. 28.

(10) Bravo, Ob. cit., pp. 31-32.

BIBLIOGRAFÍA

- BRAVO, Pedro (1961). Socialismo premarxista. Caracas: Instituto de Estudios Políticos, Facultad de Derecho. Universidad Central de Venezuela.

- CIVERA, Marin (1963). El Marxismo. Origen y doctrina. México D. F.: UTEHA.

- ROSENTAL, M. M. (s. f.). Diccionario filosófico. Lima: Homo sapiens.

- EDICIONES URBION (1983). “La Revolución francesa”. En Grandes momentos de la Historia Universal, Núm. 1.

En la Web:

- BABEUF, Graco (2005). El Manifiesto de los plebeyos y otros escritos. Captura y diseño: Chantal López y Omar Cortés. Primera edición cibernética: junio del 2005. Consultado el 18.01.10. En www.antorcha.net.

- Conferencias obreras. Historia del movimiento obrero (Noviembre de 1985). Consultado el 18.01.10. En www.antorchacampesina.org.mx.

- SARTELLI, Eduardo (2009). “Babeuf, el hombre que quiso hacer popular la Revolución francesa”. En Crítica de la Argentina (edición digital). 20.07.09. Consultado el 21.01.10. En www.criticadigital.com.