viernes, 22 de mayo de 2015

Aníbal Ponce

Cuando Ponce muere en México -en exilio voluntario- frisaba en los 40 años. Estaba en plena madurez intelectual. Lo que ya había producido, presagiaba lo que era dado esperar de su talento y de su rígida disciplina en el estudio. Basta enumerar esa producción para confirmarlo: De Erasmo a Roman Rolland, Educación y lucha de clases, El viento en el mundo, Sarmiento constructor de la nueva Argentina, La vejez de Sarmiento, Estudios de psicología, Apuntes de viaje, Diario íntimo de una adolescente, Problemas de psicología infantil, los Comentarios marginales, en los siete números de la revista Dialéctica -de una extraordinaria riqueza conceptual-, testimonian su alta inteligencia, su vasta erudición y su no menos vasta y alta capacidad crítica.


Fue a partir de la muerte de su maestro José Ingenieros, que Ponce inicia el proceso que habría de llevarlo al marxismo. Hice notar entonces, que Ingenieros, que estaba por la transformación social, por la liberación del hombre, por el socialismo, que exaltó la Revolución de Octubre y escribió páginas hermosas que integran Los tiempos nuevos, Reflexiones optimistas sobre la guerra y la revolución, desconocía, sin embargo, el marxismo como filosofía y concepción del mundo y que su formación positivista lo llevaba a cometer errores de interpretación teórica en el proceso histórico.

Ingenieros ignoró el materialismo dialéctico -la filosofía de la praxis- reflejo mental del proceso real que se opera en la naturaleza, en la sociedad y en el hombre pensante.

Ignorar el materialismo dialéctico es ignorar el materialismo histórico, la concepción materialista de la historia, lo que implica deslizarse y caer, aunque no se quiera, en una de las formas del idealismo filosófico en la interpretación de la vida social.

Ya Marx lo había hecho notar en su crítica a Feuerbach, tanto en la Ideología alemana como en su Tesis sobre Feuerbach

(...)

En Ingenieros, como en Feuerbach, se da la contradicción apuntada por Marx: materialista en ciencia y en filosofía, idealistas en la interpretación de la vida social.

(...)

El positivismo de Ingenieros gravitó en la formación cultural de Ponce. Necesitó varios años para renovar totalmente los fundamentos de su acervo intelectual y acceder, con ello, al materialismo dialéctico que dominó con maestría, como lo prueban dos de sus obras: Educación y lucha de clases y De Erasmo a Romain Rolland.

Insistimos aquí en que cuando decimos que Ingenieros y Ponce -mientras aquél vivió- ignoraron el marxismo, no decimos que ignoraran la existencia de un proceso social en que se gesta una nueva forma de convivencia, que ignoraran la existencia de las clases y sus luchas; queremos con ello, solamente, significar que la interpretación que daban a ese proceso y a esas luchas, representaba uno de los aspectos del idealismo filosófico, derivado a su vez, de la concepción filosófica positivista.

Texto tomado de:

Emilio Troise (1969). Aníbal Ponce. Introducción al estudio de sus obras fundamentales. Buenos Aires: Sílaba.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Túpac Amaru II

Considerado el primer revolucionario peruano al liderar una gran rebelión de tinte nacionalista contra la Corona española, la que luego fue sofocada brutalmente por los españoles. Su figura es símbolo del nuevo Perú que había gestado durante los dos siglos de opresión española. Criollos y descendientes de la nobleza incaica lucharon por independizarse de España para gobernar de manera autónoma y más justa el territorio que en ese entonces se llamaba Virreinato del Perú.

En la siguiente entrevista, el historiador y profesor de la UNMSM, Francisco Quiroz Chueca, explica las características socioeconómicas en las que se gestó la rebelión de Túpac Amaru. Asimismo, brinda información que desmitificaría la figura de Túpac Amaru como el gran revolucionario visionario de un Perú que unificaría a todas las razas y castas. El debate está abierto.